Estoy en ese punto en el que me aburro de mi misma, de mi vida, de lo que soy y no soy al mismo tiempo. No sé que decir, no siento nada: Mi vida es un libro abierto donde no sé qué escribir o dibujar. No sé que quiero, no sé por qué lucho ni por qué o quién vivo. No estoy segura de querer seguir cantando, no sé si quiero bailar o al menos sé que no me siento conforme por cómo bailo, no sé si quiero ser socióloga, nutricionista o psicóloga. No sé y por momentos me desespera y me hace querer dormir hasta pasado mañana, despertar cuando todo esté claro y no tenga que luchar conmigo misma. Claramente estoy tratando de tomar todo con más calma, el aislamiento forzado por gripe me hizo, en cierto punto, bastante bien. Tomar distancia es algo bueno, me alejé de canto, de danza, del colegio, me aísle en mi casa por una semana y logre conectarme con mi nada, con mis miles de posibilidades en este fin de año, tengo que tomar la vida por lo que es: un camino. Suelo marcar todo como algo absoluto, como si ese que está ahí tiene que ser así para siempre, tiene que estar para mi siempre y no, la realidad es que las personas, incluyéndome, mutan y en ese camino podemos ir dejando de lado ciertas cosas y seres. Me siento más liviana, eso sí, no me siento atada a personas y se siente bien, siento que en general nadie me importa, que puedo vivir sin tal o cual, lo único que realmente quiero es hacer lo que me hace feliz. Me voy a arriesgar a equivocarme, porque si no pruebo no sé realmente qué puede pasar, así que sociología ¡allá voy! Respecto al resto aun no lo sé, pero veré en el transcurso si quiero cantar, si quiero el pelo violeta o azul, si me haré piercing o si me voy a quedar como estoy. No voy a atarme nunca más a nada, no va a haber etiquetas de ningún tipo para mi.