miércoles, noviembre 15, 2017

Tiempo.
Lo único que sana, lo único que alivia.
Lo único que corre y aún así, jamás sucede, jamás se va.
Tan efímero, tan eterno.
Tan eterno como ese vacío en el pecho que sentí esa noche en la que dijiste:


"Perdón, no quería que todo termine así"


Tan efímero cómo quizá sea tu recuerdo de acá a algún tiempo
(eso espero, al menos).
Tiempo, siempre tiempo.
Te pedí tiempo y me regalaste ausencias.
Te pedí tiempo, te pedí una eternidad.
Tiempo, pasaron seis meses.
Tiempo, otra vez vuelvo a reencontrarme con quienes me hacían bien.

¿Alguna vez sentiste que te habías perdido sin saberlo?

Tiempo, hoy me reí otra vez y me olvidé de todo el dolor pasado.
Casi como si no hubiera sucedido.
Casi como si se hubiera borrado de un soplido éstos casi dos años.
Tiempo, borrate con el tiempo.
Con la lluvia.
Con el llanto.
Borrate y no vuelvas, borrate y sé feliz.
Yo también quiero ser feliz, yo también me lo merezco.
(quizá más que vos, quizá más que nadie).
Tiempo, como agua que nos ahoga y nos relojea.
Es escaso, tan valioso y yo aún así, te lo regalo.
Le regalé tiempo a tu ausencia, le regalé tiempo al dolor.
Le regalé tiempo a la persona que creí que eras, pero al final no.
Le regalé tiempo a tu idealización. Tanto tiempo.
Ya no tengo tiempo, ya no puedo regalarte nada.
Ni besos, ni abrazos, ya no tengo ningún "te amo" porque ya no te siento.

¿Alguna vez sentiste cómo se apagaba un sentimiento?

Tiempo, te regalé tiempo de sobra: 
Usalo, hacelo viento y que te llevé a vaya saber uno donde. 
Lejos mío, lejos donde ya no puedas herirme.
Hacete ausencia eterna. Hacete tiempo.