miércoles, julio 19, 2017

"¿Es un capricho? ¿Es una necesidad? ¿Es constancia? ¿Es lealtad? ¿Es tenacidad? ¿Es terquedad? ¿Es intransigencia? ¿Es obstinación? ¿Cómo se llama eso que sentimos y que no se va ni con el tiempo? ¿Es amor? ¿Es una manía? ¿Es ceguera? ¿Qué es? ¿O es obsesión?
Es muy fácil confundir amor con obsesión, pero no son lo mismo. El amor está en todo el cuerpo, la obsesión solo está en tu cabeza. Te encierra en tu burbuja, te aísla, te adormece.
Odio eso, porque el amor es un camino con idas y vueltas pero tiene salida, en cambio la obsesión es como un laberinto sin fin.
Cuando no hay amor aparece la obsesión, para aturdirnos, para hacernos creer que sentimos algo cuando en realidad no sentimos nada, porque estamos vacíos, vacíos de amor.
El amor saca lo mejor de uno y la obsesión lo peor.
A veces podemos parecer valientes, arriesgados, y en realidad lo que nos empuja es estar ciegos, obsesionados.
Por la obsesión se puede hacer cualquier cosa, se puede lastimar tanto…
Porque la obsesión al fin y al cabo es un medio para llegar a ningún lado, o para llegar demasiado lejos.
Trampas en nuestra cabeza, y ahí vamos inocentes entregando nuestro cuerpo, creyendo que ese camino nos llevará hacia el amor justificando los medios por ese fin. Y en nombre del amor, matamos al amor.
Por eso las obsesiones son tan peligrosas, porque es un lugar del que nunca se vuelve."

miércoles, julio 05, 2017

Me gusta escribirte, supongo que siempre fui y siempre seré así: creo en el valor de las palabras (será por eso que creí más tu discurso que tus acciones, ¿no?) Me gusta escribirte porque me siento sincera, porque siento que así explayo lo que no podría jamás poner en mi voz. Te extraño tanto, a veces. Hay momentos del día en los que algo me recuerda a vos y se me rompe un poquito más el alma, también suelo pensar "mirá en lo que me convertiste" y me pregunto si dirás lo mismo de mi. Mirá lo que me hiciste, mi amor. Supongo que todos pasamos por un amor ciego alguna vez, uno que te arranca quizá sentimientos que creías que no existían, que no eran posibles. Jamás amé ni volveré a amar como te amé a vos y creo que en cierto aspecto es sano, seamos sinceros: no me dejó muy bien el haberte amado así, mirá en lo que me convertiste, amor. Te pienso, sí, la mayoría del tiempo, me pregunto si ya habrás estado con alguien nuevo, si me pensas tanto como yo a vos, si me extrañas como yo lo hago. Tengo que decir también una verdad: la vida no es tan mala sin vos como creí que lo sería. Ya pasó más de un mes y aún sigo viva, aún no enloquecí ni se me dió por hacer locuras como vos en su momento creíste que haría (¿realmente tenías ese concepto de mi?). Soy más libre ahora, la libertad asusta pero a su vez, da plenitud. Te extraño, sí, pero no quisiera volver atrás nunca, quisiera tener cosas con vos que son imposibles porque somos quienes somos y no cambiamos, no podemos esperar un cambio. En cierto punto tendría que darte las gracias por hacerme ver que soy incluso más fuerte de lo que creía, que soy más inteligente de lo que creía también. Poco a poco rearmo mi autoestima, poco a poco voy reencontrando y descubriendo pequeñas cosas que me hacen ser feliz, trato de no opacarme la vida por tu ausencia porque para ser sincera, no lo mereces. Me merezco algo mejor de lo que teníamos y vos también, no te siento necesariamente como una mala persona pero no sos mi persona, ya no. Tenés una sonrisa hermosa y los ojos más preciosos que existen en éste planeta y te mereces alguien que te haga plenamente feliz, yo también me lo merezco. Merezco alguien que se interese en mi arte y en cada comentario que le cuente, por más que no sea trascendente. Mereces alguien que quizá pueda acoplarse mejor a vos, que te tenga más paciencia y pueda acompañarte en el momento difícil que sé que estás viviendo. Te deseo todo lo mejor de éste mundo, todo, siempre lo hice. Es triste ver como muchas veces el amor no alcanza, no es suficiente. Te deseo toda la felicidad que puedas tener, toda la paz que puedas encontrar en esa cabeza que sé que es un mambo, un quilombo. Te deseo todo y más en ésta vida porque más allá de que nuestros buenos momentos hayan sido fugaces en ellos así me hiciste sentir: feliz, plena, hermosa. Hoy me toca a mi pensar en mi misma, ¿no? Como siempre quisiste que hiciera. Hoy me toca a mi hacer lo que pueda con lo que tengo, quizá me pierdo un poco, quizá cambio bastante, algo es seguro: no soy ni un tercio de lo que fui antes de vos, ni la mitad de lo que fui estando juntos. Cambié, cambié muchísimo. Mi mente, mis ganas de sentirme mejor todos los días porque no quiero y no puedo permitirme estar hecha un trapo. Te extraño, sí, y aunque todos los días pienso una y otra vez en hablarte para saber como estás sé que no serviría de nada, que solo haría todo más difícil. Te deseo una buena vida, lejos de mí porque es lo mejor que puede pasarnos a ambos. Qué seas muy muy feliz, amor mío.

lunes, julio 03, 2017

Nadie sabe, nadie nunca va a entender. Solo yo, quizá un poco vos, pero yo solo sé cómo me sentí durante éste año juntos. Solo yo sentí las dudas, solo yo las callé porque me daban miedo las respuestas. Solo yo te vi llorar y te sequé las lagrimas (lo hubiera hecho millones de veces más, créeme). Solo yo sé lo que es que te despiertes en medio de la noche llorando y me pidas que no te deje, solo yo sé lo que es que me digas "te amo" mientras estás literalmente en mi. Solo yo sé lo que es que me abraces en la ducha, abajo del agua caliente, solo yo sé lo que es que me digas "no vas a llorar ahora, ¿no?" Te extraño y te odio con la misma intensidad. Te extraño, sí, extraño las cosas lindas que solíamos tener, pero también te odio, te odio por todo lo malo que hiciste que viva. Me culpe, ¿sabes cuanto tiempo me culpé? Me culpé porque así era más fácil estar con vos, me culpé porque quería estar más con vos de lo que quería quererme a mi misma. Me culpé tanto que llegué a creer que era mi culpa. No lo fue, fue tu culpa. En lo único que te doy la razón es en que sí, yo no hubiera podido tomar ésta decisión, siempre te preservé más a vos que a mi misma.
Hay noches en las que me lleno de dudas, ¿estarías enamorado de otra persona? ¿en qué momento dejaste de amarme? ¿desde que momento sabías que ibas a dejarme? ¿no me dejaste antes porque sentías culpa? Tengo un millón de preguntas y aún así hay solo una clara respuesta: ya no importa. No importa que sentiste, no importan tus razones ni tus arrepentimientos si es que los sentís. Ya no importa, no importas en lo absoluto. Ya me rompiste en mil pedazos y no te importó, te concedo que jamás olvidaré tu "siempre te dije que iba a pensar primero en mí" ¡te felicito! Ojalá nunca encuentres a otra persona como yo en tu camino, ojalá nunca vuelvas a lastimar a nadie como me lastimaste a mi. Ojalá toda tu vida sientas, en lo más profundo de tu inconsciente, culpa por las cosas malas que me hiciste vivir (sí, te deseo de todo corazón una culpa gigante y eterna, tan gigante y tan eterna como la cicatriz que me dejaste en la psiquis). Te odio, te odio porque no fuiste ni serás lo que yo quería y necesitaba pero aún así me enamoré de vos con desesperación, te odio porque no supiste dar un paso al costado antes, de odio por dejar que me obsesione de una manera que me rompió en mil pedazos. Te odio y me odio, créeme que me odio. Me odio por dejarte hacerme todo lo que me hiciste, te odio por permitir que una y otra vez me presionaras a tener sexo, te odio por perdonarte una y otra vez cosas que sé que no deben perdonarse, me odio por no haber huido a tu primer "yo soy así y no voy a cambiar". Te reconozco algo y es que, en algunas cosas fuiste asquerosamente sincero. Actualmente me causa un poco de risa mirar al pasado, una de esas risas no alegres sino de vergüenza, me avergüenza verme llorando al lado tuyo mientras dormías y me dabas la espalda, enojado vaya a uno saber por qué razón de mierda. Me avergüenza el recordarme rogándote que no me dejes no una, sino dos veces. Me avergüenza haber creído más en vos que en mi, me avergüenza haberte pedido perdón por cosas de las cuales yo no tenía porque disculparme. Me avergüenza ver el poco autoestima que tuve y como dejé que te aproveches de eso. Me pregunto si volverás, a veces tengo miedo de cruzarte y simplemente largarme a llorar, no por extrañarte (bueno, quizá si un poco, mi poco autoestima sigue de vez en cuando haciendo estragos) sino por recordar todo aquello que me lastimo tanto y no supe frenar. Sos el reflejo de lo que nunca quise ser y aún así fui, aún así permití.
Hoy aprendí a quererme un poco más, o eso me gusta creer. Entendí que soy capaz de vivir todo ésto sola, de llorar hasta desgarrarme por momentos y luego, secarme las lagrimas y seguir, no quiero permitirte que me arranques una sola lagrima más (pero igual lo hago porque así se supone que uno sana, llorando todo lo que siente que debe llorar). Ojalá no vuelvas nunca, ojalá te olvide pronto, pero para olvidar necesito sanar y para sanar, tengo que aprender. Ojalá pueda ver un lado más amable a todo ésto porque no quiero vivir el resto de mi vida con la mala energía que siento desde que entendí lo que me hiciste. Ojalá te enteres, ojalá, de lo que estuve haciendo, siempre te dije que soy rencorosa y que cuando me lastiman, me gusta lastimar peor. Ojalá algún día sea valiente y te diga "vení a buscar tus cosas, no quiero tenerlas más". Ojalá.
Te fuiste. Yo te creí cuando me prometiste que te ibas a quedar, igual te fuiste. Me quedaron algunas cosas sin decirte, y ya no tiene sentido que te las diga, porque no estás. Debería escribirlas en un papel, y después prenderlo fuego. Una vez escuché que las palabras que se queman, ya no duelen tanto. Lástima, cuando te fuiste, te llevaste mis ganas de escribir.
Cosa curiosa, yo escribo más y mejor cuando estoy triste. Pero esta vez no. Creo que fuiste la primera persona que amé. En un futuro le voy a decir a alguien: Una vez quise tanto a una persona que me robó las ganas de escribir y no la denuncié en ningún lado.
Me hubiera gustado que me robaras el desorden, sin ofender. Mi casa es cada día más una cosa que una casa. No duermo mucho pero cuando lo hago no me quiero despertar. No tengo ganas de levantarme y esquivar esos infinitos montones de objetos, papeles y ropa, que desparramó alguna parte de mí que yo no considero mi persona.

¿Alguna vez te pasó de no reconocerte?

Mi mamá dice que tengo los ojos tristes, y que no le gusta verme con los ojos así. A mí tampoco me gustan mis ojos tristes, mamá. Tampoco me gustan mis rodillas, que no están tristes, por suerte (o eso creo). No me gustan porque se ahuecan, pero las tengo así y no me quejo. Y así tengo los ojos, tristes, y me los banco. Yo no te sé mentir la mirada. Mi mamá sí sabe mentir y yo sospecho que en parte por eso me reta los ojos. Como si sus palabras escondieran: ¡Ay, nena! Todos estamos tristes, pero hay que aprender a disimular.
Te fuiste. Yo te creí cuando me prometiste que te ibas a quedar, igual te fuiste. Te envidio en el fondo.

¿Sabés la cantidad de veces que me quise ir de mí? Ojalá pudiera. Ojalá pudiera ahora.

Mi profesor de guitarra dice que soy buena con la música, y todas las semanas me pregunta ¿practicaste? y yo le digo que obvio, y omito el "para no pensar en otra cosa, para no pensar". Me duelen los dedos de practicar guitarra, me duelen casi tanto como escuchar el único audio que guardé tuyo. Yo sé que tengo que borrarlo, pero no puedo, porque tiene tu risa y seis palabras que juntas forman una oración tan hermosa que me dan ganas de irte a buscar corriendo para gritarte en la cara que nunca te las voy a devolver, así no se las podés decir a nadie nunca más. Vos también tenés palabras mías que no le voy a poder decir a nadie nunca más, y me parece injusto, pero te perdono. 

Te perdono, también, que no te importe.
Te fuiste. Yo te creí cuando me prometiste que te ibas a quedar, igual te fuiste. Mi analista dice que está de acuerdo con que te hayas ido. Él siempre está de acuerdo con las decisiones que otros toman, y me cuestiona las mías. Creo que debería empezar a decirle a todos los que conozco: Le debés plata a mi analista, en mis sesiones te da la razón a vos.
Te extraño.
Y me extraño un montón a mí, antes de vos.
Devolveme las ganas de escribir, mi amor.
Te doy a cambio tu risa y las seis palabras.
Devolveme las ganas de vivir, mi amor.
Tomá tu risa, usala un montón. Las seis palabras guardalas para cuando conozcas a alguien que te dé unas ganas de quedarte que no entren en el mundo:
"Te quiero, idiota, me hacés feliz".
Y quedamos a mano."